Se cumplen 125 años de historia desde que Isaac Peral inventó el submarino torpedero
Pocos hombres han sido tan importantes en la historia de España, no tanto por lo que hicieron, sino por lo que no le permitieron hacer. Isaac Peral pudo haber cambiado el curso de la historia, pero el alto mando español se lo impidió. A punto de concluir el siglo XIX, la guerra era inevitable entre las dos grandes potencias del momento, una emergente, Estados Unidos, y otra en absoluta decadencia, España. Isaac Peral, científico y teniente de navío de la Armada, había inventado el submarino torpedero años antes de la contienda, concretamente en el año 1888. Tiempo después, George Dewey, al mando de la flota naval que aniquiló a la Armada Española en Cuba y Filipinas, dentro del marco de la guerra España-USA (1898), llegó a reconocer abiertamente que jamás hubiese logrado la victoria si los españoles contasen con uno solo de los submarinos torpederos de Isaac Peral.
El pasado mes de septiembre se cumplieron 125 años de la botadura del primer submarino torpedero, un invento que el gobierno de España despreció, tildándolo de inútil. El día 8 de septiembre de 1888 el submarino fue botado en Cádiz, diez años antes de que la flota estadounidense de Dewey derrotase con suma facilidad a la española, poniendo así el punto final a una potencia marítima que dejó escapar su última oportunidad.
Isaac Peral, que falleció de un cáncer de piel a la temprana edad de 43 años (Berlín, 1895) pasó el tramo final de su vida desmoralizado por la incomprensión de sus superiores, que no fueron capaces de valorar ni un ápice el potencial del submarino que había desarrollado. Sin embargo, los planos del diseño sí que se convirtieron rápidamente en objeto de codicia para las potencias extranjeras, muchísimo más interesadas, y con miras de futuro más amplias. Incluso le llovieron ofertas de países como Alemania o Inglaterra para que trabajase con ellos, pero Isaac Peral siempre se negó. Unos planos que, ante la desidia del gobierno, pronto terminaron en el mercado negro, haciéndose con ellos finalmente un conocido traficante de armas llamado Zaharoff. Los alemanes fueron los primeros en conseguirlos, y sentaron las bases de los futuros sumergibles que se utilizaron en la I Guerra Mundial, en su propio beneficio.
En el momento de su construcción, el submarino de Isaac Peral tenía un coste aproximado de 300.000 pesetas, frente a los 40 millones que costaba un acorazado de la época. Incomprensiblemente, aunque las pruebas habían sido un éxito rotundo, el gobierno se rió de él.
Tras el desprecio que sufrió, Isaac Peral abandonó la Armada y se pasó a la vida civil, donde continuó con su faceta de inventor. Incluso, entre otras muchas cosas, como el desarrollo de una ametralladora eléctrica, llegó a fundar una empresa para instalar alumbrado público en las calles mediante farolas. Una vez más, la absurda incomprensión, en este caso de los medios, tuvo su persona como objetivo: Un periódico llegó a decir: “quien pasee por la calle se golpeará contra los malditos palos”.
Isaac Peral, un genio incomprendido, como tantos otros, que ni siquera se libró de pasar una temporada en la cárcel injustamente. Es la historia de siempre; mientras unos inventan la bicicleta, otros ponen palos en las ruedas.
Hasta la invención del sonar, en la II Guerra Mundial, los submarinos torpederos fueron el terror de los mares.