El final de Interstellar, ¿por qué está relacionado con Trainspotting?
Encontrar un nexo entre Trainspotting e Interstellar no es tan extraño como parece. Sí, puede que la explicación de la película Interstellar sea demasiado compleja o, en realidad, demasiado fantástica o absurda; pero sea como fuere, las hipótesis o suposiciones más o menos teóricas que sustenta la trama son, obviamente, ciencia ficción. Sin embargo, su director Christopher Nolan, quien se ha hecho famoso gracias a títulos como Origen, o el reboot de Batman, y no hay duda de que le gustan las tramas «comecocos», no es ningún pionero ni experto en los viajes a través de agujeros negros, como sí lo es en cambio Mark Renton, de Trainspotting (al final de este artículo tendréis la explicación y una muestra gráfica de ello). Interstellar es una película aburrida, demasiado larga e incoherente, pero también de una belleza inusitada. Quizás, su mayor problema —y eso que contaba con el asesoramiento de expertos como el físico teórico Kip Thorne—, radica en las paradojas que plantea el guión, mal resueltas y donde la imaginación del director hizo aguas por completo; más si cabe al tratar de retorcer todas las teorías en juego a su antojo y con un único propósito: hacer que las piezas del puzle encajasen y así proporcionarle al espectador un «Final Feliz», poco menos que repulsivo. Todo el guión se sustenta en una paradoja temporal cuya explicación es ilógica, como toda buena paradoja que se precie, y aquí la pregunta del millón —entre otras muchas— es ¿cómo se explica que los humanos del futuro montasen todo este circo, si el actor principal es Cooper, y todo depende de él? Amigos mios, después de entrevistar a Nolan en privado, os traigo la respuesta que ya apuntábamos al principio: Trainspotting.
Debo reconocer que cuando me senté frente al televisor para ver Interstellar, lo hice con cierto temor, pensando que sería demasiado compleja, o demasiado científica para una mente pulp como la mía, donde la ciencia ficción es, sobre todo, puro entretenimiento; sin embargo, experimenté todo lo contrario. El guión fluye de forma suave, y, excepto en los últimos minutos, es muy fácil asimilarlo, aunque nunca en tu vida hubieses oído hablar antes de agujeros negros o agujeros de gusano. Aun así, Interstellar no es un película que me haya entusiasmado, y mucho menos uno de esos títulos que siempre te apetece ver cada cierto tiempo. Esto no es como la saga de Alien, que si no veo todas las películas al menos una vez al año, me da algo. Aquí, la singladura de nuestro protagonista, el piloto Cooper (McConaughey), en mi opinión, no está a la altura del hype que le acompaña. No hay duda que un director con tantos éxitos a sus espaldas como es Christopher Nolan, no puede dejar indiferente a nadie, aunque a mí sí que me ha producido, precisamente, dicha sensación. Excepto «Memento (2000)», película de la que tengo mal recuerdo, creo que todos sus títulos me han gustado en mayor o menor medida; a mí, y a la mayoría de todos vosotros, de ahí que la expectación haya sido tan fuerte e intensa.
Son muchas las películas en la historia de la ciencia ficción que se han atrevido con los viajes por la inmensidad el espacio, y cómo estos afectan a nuestra percepción del espacio – tiempo, sin embargo, muy pocas lo han hecho desde una perspectiva pseudo científica, o seria, para que nos entendamos, limitándose a devaneos o imprecisiones del tipo «Saltar al Hiperespacio», o incluso «Preparar la nave para velocidad absurda» (Spaceballs, 1987), o a reflexiones sutiles, unas en plan comedia, como Perdidos en el espacio (1987), y otras, mostrándonos el horror a lo desconocido, como en la exquisita e imprescindible Horizonte Final (1997), de Paul W.S. Anderson. La lista de títulos es enorme, y eso sin meternos de lleno en la serie b de los años 80, donde de ciencia poco, y de ficción todo; y por si hubiese alguna duda, incluso creo recordar a un adorable doctor que viajaba por el espacio en una cabina telefónica llamada Tardis. El doctor Who, ¡qué recuerdos!
La historia que subyace a Interstellar es muy sencilla. Tenemos el fin de la humanidad a la vuelta de la esquina, pues nuestro adorable planeta Tierra ya no da más de sí. Está a punto de irse a tomar por culo, hablando de forma clara y directa. Sin embargo, no todo está perdido, los científicos de la Nasa, que llevan tiempo estudiando la posibilidad de encontrar un planeta cuyas condiciones de habitabilidad sean las necesarias para albergar una nueva esperaza, tienen más o menos identificadas unas cuantas posibilidades. Solo hay que ir hasta allí, comprobarlas, y darle el visto bueno. El problema está en que el tiempo se agota, y los planetas están demasiado lejos. ¡Tranquilos! Aquí, una vez más, el director recurre al conocido truco de dibujar dos puntos sobre un papel, y demostrar que la línea recta no es la forma más rápida de ir de uno a otro, sino plegando dicho papel, plegando el espacio y haciendo coincidir ambos puntos; lo cual crea una singularidad, y, bla, bla, bla... No pude evitar acordarme de Denzel Washington en Deja Vu (2006), donde encontraremos exactamente la misma escena, o Sam Neil en Horizonte Final; si es que es todo un clásico. Pero las teorías, teorías son, y utilizar un agujero de gusano para plegar el espacio, pues mola mucho como suena; y poco más podríamos decir, porque nunca nadie ha visto uno y ha vuelto para contarlo… ¡o sí!
Resumen y Explicación de Interstellar
La propuesta de Nolan juega descaradamente con las paradojas temporales, como si de «Regreso al Futuro» se tratase, solo que aquí se nos invita a que nos las tomemos en serio. Los dos elementos principales de la película son, por un lado, el agujero de gusano que les permite viajar por el espacio —un agujero que en realidad está puesto ahí por alguien, y ese alguien es la humanidad dentro de una línea temporal alternativa, que no tiene explicación lógica—, y un agüero negro que llaman «Gargantúa», al que decide arrojarse el protagonista, sabiendo que va a morir, y, ¡vaya!, pues no, se pega un viaje que, en cierto modo, me recuerda al de Mark Renton en Trainspotting y su famoso inodoro. Hay que estar hasta arriba de sustancias psicotrópicas para enfrentarse a un agujero negro como el de Renton, o el de Cooper, que a fin de cuentas creo que es el mismo. El caso es que gracias a ese viaje «suicida», Cooper logra ponerse en contacto con su hija, es decir, regresar al pasado, y comunicarse con ella. Él es ese fantasma que sale al principio, el que hace que todas las piezas del puzle encajen, aunque para ello tengamos que comulgar con ruedas de molino, como suele decirse. Hay que ir muy fumados para creernos que en ese agujero negro podemos acceder a una nueva dimensión en la cual la variable tiempo se convierte en algo tangible, que se puede tocar y manipular. Uno de los principales problemas que presenta Interstellar es que, para entenderla, hay que verla más de una vez; no obstante, mucho me temo que no tendrás ganas de hacerlo. No es una película que seduzca lo suficiente como para verla de nuevo en un espacio corto de tiempo, por lo que, en este sentido, mal vamos.
Resumen Interstellar: El protagonista —piloto de la Nasa, Cooper para los amigos—, se va al espacio a buscar un planeta habitable para la raza humana, para ello utiliza un agujero de gusano que alguien, no se sabe quién, lo ha puesto ahí —luego sabremos que de aliens nada, lo pusieron humanos del futuro desde otra línea temporal, y para tocar los huevos, nada más y nada menos que en Saturno, cuando seguro que lo podrían poner más cerca—. Cooper y su equipo van de planeta en planeta, y tiro porque me toca. El tiempo pasa, y por las teorías de la relatividad, cada minuto que ellos consumen en su viaje, son años en la tierra, así que, nada de regresar a tiempo para acostarte con tu novia, si lo más probable es que, cuando llegues, sea uno de los cadáveres de The Walking Dead. El caso es que todo se complica, abrimos la coctelera y metemos un poco de maldad y egoísmo, un poco de instinto de supervivencia, de amor, y un robot intrépido aún más feo que R2-D2, lo agitamos todo, y nos lo tragamos. El colocón es de aúpa y, gracias a un ingrediente secreto, la arbitrariedad del director, o algo así como lo que se conoce por Deus Ex Machina —es decir, yo soy el director del cotarro, y los agujeros negros son como yo diga—, pues, cuando todas las opciones se agotan, y la misión se va al carajo, nos ponen un agujero negro para que el protagonista se lanza a él, como lo haríamos cualquiera de nosotros a los…, brazos de nuestra amada (o amado, según el caso).
Es entonces cuando llegamos al «memento, quiero decir, momento inodoro Traisnpotting», y el bueno de Cooper se da cuenta que puede manejar el tiempo como si fuese el mismísimo Dios. Pues vale, en vez de intentar ligar con alguna de las chicas guapas de su instituto, o de viajar al Jurásico para ver cómo eran los dinosaurios —al fin y al cabo ya tendrá tiempo de todo—, pues tira de fraternalismos, y busca a su hija cuando esta era una niña, y jugaba en la biblioteca —recordemos que así es como empieza la peli—. Le dice todo lo que necesita saber, nos cargamos la línea temporal lógica, metemos una paradoja que es imposible de explicar, y saltamos al momento actual, con un final feliz, y donde él éxito llega en el momento justo para conocer a su hija, ya anciana. La humanidad, ya a salvo, prospera, se hace más lista, y en un futuro podrá construir agujeros de gusano y ponerlos en cualquier película que se precie, ya sea Trainspotting, Deja Vu, Horizonte Final o Interstellar. ¿Quién fue primero, la pescadilla que se muerde la cola, o el agujero de gusano? ¿Cómo resolvemos la paradoja temporal? La respuesta está en Trainspotting. Mark Renton fue el primer ser humano en viajar a través de un agujero negro. Él fue quien puso el agujero de gusano en Saturno, solo que esto no te lo contará nadie.
INTERSTELLAR
Lo mejor: apuesta arriesgada, y con una espectacular puesta en escena. Un deleite para la imaginación.
Lo peor: El robot TRAS —su diseño es patético—, y el final feliz, rizando el rizo para que todo tenga sentido, por muy absurdo que sea. Para eso prefiero otros títulos, similares e infinitamente mejores, como Horizonte Final.
Veredicto: Extraña película que, para disfrutarla, habrás de ver dos veces; pero resulta tan insulsa que con una vez tendrás suficiente.
¿Quién dijo que la paradoja de Interstellar era inexplicable? Los humanos del futuro, que ubican el agujero de gusano en Saturno, provienen en realidad de la película Trainspotting, desde una linea temporal alternativa. Fue Mark Renton el primer astronauta en viajar a través de un agujero negro, colonizar el futuro, y regresar para contarlo; verdad de la buena.