Oblivion: Apocalipsis, asepsia, y destrucción. El universo creativo de Andrée Wallin
Oblivion es una película muy curiosa, y los es por la extraña capacidad que tiene de sorprenderte de principio a fin, a la vez que te transmite una constante sensación de que todo lo que te ofrece, ya lo has visto antes. También es cierto que para los más entrenados en esto de la ciencia ficción muchas de las sorpresas ya las veíamos venir, a poco que arrancaban los títulos de crédito, y eso sin saber nada de la cinta, y ni siquiera de la novela en la que se basa, como es mi caso. Oblivion es una curiosa distopia, con un excelente trabajo creativo a cargo de Andrée Wallin, y una eficaz dirección de un nombre a tener muy en cuenta: Joseph Kosinski. Aun así no faltan los detalles que chirrían, y no precisamente poco. Lo que sigue es una mini review, cargada de spoilers, así que si no la has visto es mejor que abandones la lectura. Oblivion Review.
Oblivion arranca con una puesta en escena distópica emocionante como pocas. Tanto la ambientación, como el papel de Tom Cruise (Jack Harper), resultan convincentes, cosa que no ocurre con las explicaciones acerca de cómo llegaron a esa situación. A medida que avanza el relato algo no cuadra. El espectador avezado no tarda en sospechar que las cosas no son lo que parecen, y lo que nos están vendido es el típico truco donde los buenos no son tan buenos , y los malos tan malos. Todo del revés, algo que canta a las leguas. Pero quizás, la sorpresa final, sorpresa al fin y al cabo, dentro del afán de los guionistas por completar el puzle, nos mete, una vez más, el recurso de los clones. Unos clones que no saben que son clones, y cuando lo descubren, dejan de serlo. Este recurso, que ya hemos visto en otros títulos como Moon, es sumamente complejo, pero también muy efectivo. El problema es que, cuando ya lo has visto unas cuantas veces, parte de esa efectividad se va perdiendo.
Algo que suele ser habitual en este tipo de películas es la falta de congruencia en el planteamiento de las circunstancias. Resulta difícil encontrarle una explicación lógica al laborioso plan de trabajo que realiza la entidad extraterrestre, clonando no sé cuántas veces a la pareja de pilotos para que estuviesen controlando las plataformas de extracción de agua durante cincuenta años, aproximadamente. Esto es ridículo. La tecnología armamentística que poseen: las naves, los droides de combate, son los suficientemente avanzados como para eliminar toda amenaza por sí mismos. Por tanto, el plan resulta excesivamente rocambolesco, y difícil de creer. Vamos, que son capaces de hacer volar por los aires la luna, y en cambio necesitan medio siglo para completar la extracción de agua, con pantomima incluida. Vale, aceptamos pulpo como animal de compañía. Y lo que ya es de traca es la carambola mediante la cual el protagonista encuentra a su mujer (la bellísima Olga Kurylenko), y como no, mención especial a la amenaza en sí, una nave no tripulada y que en esencia está viva, a la cual logran engañar como a un niño con un caramelo. Ese final, a lo Independence Day, logró arrancarme una sonrisa, lo reconozco.
Joseph Kosinski, el director de esta película (y autor de la novela gráfica no publicada en que se basa), se ganó al público con uno de los remakes / secuelas más esperados: Tron Legacy, y ahora, con Oblivion, acaba de despejar todas las dudas de cara a una prometedora lista de proyectos en los que se cuenta ya con su trabajo. Otra de las piedras angulares de Oblivión, además de la dirección y la participación de los actores implicados, es el universo creativo que nos ofrece el artista Andrée Wallin. Una mezcla de asepsia y destrucción postapocalíptica, una mezcla en la que ninguno de estos componentes se llegan a tocar. El efecto que consigue es sencillamente maravilloso. Este artista sueco de treinta años es en buena parte el responsable del éxito de la película, y como anécdota, tenemos la ilustración que hizo para la revista XL Semanal, aplicando su técnica a la ciudad de Madrid: Madrid, año 2077, destrucción total. Para ello toma una de las imágenes más emblemáticas de la ciudad, El Congreso de los Diputados, no sin cierta carga irónica, dados los malos tiempos que corren.
Ficha de la pelicula: OBLIVION