Chappie Vs Jhonny 5 ¿Cuál prefieres? Plagio, remake, o reboot no confeso de «cortocircuito», en versión sudafricana
¿Neill Blomkamp no sabe rodar una película sin que esté ambientada en Sudáfrica? Es lo primero que se me pasó por la cabeza nada más arrancar los títulos de crédito de Chappie, cuyo director es el mismo que nos sorprendió a todos con Distrito 9 y, un poco más tarde, nos decepcionó —solo un poco, y más que nada por la elección del autor protagonista—, con Elysium (2013), una distopía mucho más convencional que la anterior, y puede que, según determinadas opiniones, un tanto mediocre. De este mismo director ahora nos llega lo que en un principio parecía algo así como un híbrido de Robocop y qué sé yo, pero que, a todas luces, no es más que un remake de la espléndida «Cortocircuito» (Short Circuit, 1986 y 1988); uno de los éxitos más sonados dentro del cine familiar ochentero. ¿He aquí un remake no confeso? De hecho, resulta imposible hablar de Chappie sin tener presente a Johnny 5. Tanto la historia de base como los personajes son un calco de principio a fin. ¡Si hasta en Cortocircuito 2 los malos engañan a Johnny 5 para que robe un banco para ellos! Plagio o remake, he ahí la cuestión, porque las similitudes son más que sospechosas.
Chappie y Johnny 5 tienen el mismo origen, una empresa de armamento. Ambos son creados por ingenieros indios, y ambos eluden su destino decidiendo desarrollar eso que se llama «humanidad». Sí, ¡están vivos!, pero no son más que niños en medio de un mundo hostil cuyos padres adoptivos intentan asumir su nuevo rol de la mejor forma posible. Incluso los gags cómicos, como el momento pandillero, o los dramáticos, cuando ambos son desmantelados, son una copia descarada. Mención aparte a estos padres adoptivos, "Ninja" y "Yo-Landi" de la banda de electro rap-rave sudafricana «Die Antwoord» que dan rienda suelta a toda su paranoia de neón barriobajero, lo cual gustará a unos y a otros a buen seguro desquiciará. A mí la verdad es que me resultó un poco cargante.
La única diferencia que podemos encontrar entre Chappie y Cortocircuito es que la primera no se presenta como cine para toda la familia, algo que sí quedaba claro nada más ver en acción a Johnny 5, pero esto solo es una percepción inicial, pues al poco de arrancar la propuesta de Blomkamp, muy pronto toda la acción y casquería sanguinolenta que creemos nos van a acompañar hasta el final, se disipan por completo —aun así, ojo, no es apta para niños pequeños—. A los pocos minutos ya tenemos cine para (casi) toda la familia, y grandes dosis de humor, dejándonos claro que tanto Chappie como Johnny 5 están cortados por el mismo patrón. Esto, junto con la ausencia de un malo malísimo mínimamente creíble, para que el toque dramático sea consistente, son sin duda alguna los dos grandes problemas de la película.
El gran fallo de Chappie está en las comparaciones, y eso que por sí sola resulta una historia muy divertida, pero ser el primero en algo siempre te deja un lugar en la historia. John Badham, director de otros éxitos ochenteros como Juegos de Guerra, lo bordó con Cortocircuito, y no solo porque la historia era buena, sino también porque los personajes, con Steve Guttenberg a la cabeza, rebosaban carisma y, a pesar de no repetir en la segunda parte (Cortocircuito 2), en absoluto decae el interés, siendo incluso más divertida.
En Chappie nos encontramos con nombres de prestigio, como son Hugh Jackman y Sigourney Weaver; el primero en el papel de malo, pero con una puesta en escena tan ridícula, que no hace otra cosa más que provocar vergüenza ajena, y la segunda, pues de relleno y poco más; ni rastro de la teniente Ripley. En cuanto al resto de personajes, pues comparando creador por creador, en ambos casos indios, todos quienes nos criamos en los ochenta recodaremos siempre la forma tan simpática de hablar del ingeniero indio, o del «espabilado» de la segunda parte que quiere hacer negocio con Johnny 5. En cuanto a la pareja fraternal, que se preocupa de la educación de su pupilo, ahí tenemos otra comparación entre Steve Guttenberg y Ally Sheedy, frente al duo sudafricano.
Chappie, Wall-E, Ex Machina, o Johnny 5, entre otros muchos títulos o personajes que ya ni recuerdo, tienen en común la esencia de la vida, la toma de consciencia, y la capacidad de aprender, de ser humanos, de decidir qué está bien, y qué está mal. Pero todos estos tintes moralistas y de reflexión barata, no son más que chorradas al uso.
La película podríamos dividirla en tres partes. Una primera que viene a ser una prolongación de las expectativas que nos podría inspirar la portada, y que, tras una operación de asalto con unidades policiales robóticas, de inmediato trasladará nuestra imaginación a una distopia similar a Robocop, con muchos tiros, explosiones y muy mala leche. En la segunda parte, mucho más larga, nos encontramos de lleno con las visicitudes de Chappie y su proceso de aprendizaje, formándose como ser humano, como hombre de provecho, pasando de Robocop a Cortocircuito. Una parte ésta con momentos divertidos, pero con otros en los que pierde fuelle, y la trama resulta un tanto insulsa. Y llegamos al tercer acto, el más importante, porque durante los minutos precedentes, al menos yo, cuando el interés por la trama cae en picado, lo único que tengo en la cabeza es pensar en cómo terminará todo esto, y, salvo trucos de feria baratos, solo hay dos posibilidades: una, el final feliz, donde Chappie logrará seguir vivo tras los títulos de crédito, y dos, el final trágico, que tanto jode al espectador pero que le daría un toque especial. Este tipo de finales, tras cogerle cariño al protagonista, son muy arriesgados, y pocos directores se atreven con ellos, por eso, de apostar, siempre apuesto por el final feliz. Entonces la pregunta seria, ¿cómo presentarnos este final sin que sea demasiado empalagoso, ñoño, o estúpido? Pues bien, he de reconocer que Neill Blomkamp no se lo montó nada mal, y supo salir airoso del trámite, que no era fácil. Dejó un buen sabor de boca, para una película que ya deambulaba peligrosamente sobre la cuerda floja, mirando de tú a tú a la oscuridad del precipicio. De todas formas los tres robots que cierran los títulos de crédito —estos procrean más que los conejos—, lo cierto es que las van a pasar putas con una batería cuya duración no pasa de los cinco días, vale que podrán recargarla, pero en fin, a ver como se las apañan.
Lo mejor: Entretenida, y a pesar de la poco o nada creíble pirueta final, bien resuelta. Simpática la secuencia en la que Chappie apalea a Hugh Jackman, terminando con un «¡Y ahora, te perdono!»
Lo peor: La portada engaña. No es una película de acción, sino una comedia familiar, al igual que Cortocircuito, título al que se parece demasiado, queriendo o sin querer, así como a otros títulos, de los que arrastra demasiadas influencias. Además, algunos personajes son un auténtico desperdicio, como Hugh Jackman y Sigourney Weaver.
Veredicto: Si no existiese Cortocircuito ésta sería una película grandiosa, pero Johnny 5, que no sabemos si sigue vivo o no, está ahí, en la hemeroteca ochentera, y si Chappie no es un remake, entonces ¿qué demonios es?, ¿acaso un plagio?, porque ambas son demasiado, demasiado parecidas; tanto que mosquea. Tú decides.