Este año es el 30 aniversario de una de las máquinas más fascinantes jamás creadas: El Amstrad CPC 464
Es increible como pasa el tiempo, y ya sé que ésta es una frase tan absurda como manida, pero quizás lo más increíble no es el paso del mismo, sino que algunas cosas incluso eran mejores antes que ahora, y eso sí que ya tiene narices (sí, ya sé, cualquier tiempo pasado fue mejor, otra frase chorras, vale, es cierto). Jamás olvidaré el día que me hice con mi primer ordenador doméstico, un Amstrad CPC 464. De aquellas andaba yo en sexto, o séptimo de EGB (Enseñanza General Básica para los de la LOGSE), y siempre que podía me colgaba de mis dos amigos, uno con el Spectrum, y otro con el MSX, para ir a jugar a su casa mientras gorroneaba un bocadillo de nocilla. Harto de esta situación, uno de esos veranos se dio la casualidad de que me pilló en el puerto franco de Barcelona de vacaciones, y allí vi en una tienda bazar, de esas caóticas, una Amstrad CPC 464 nuevo del trinque y a mitad de precio de lo que costaban en mi ciudad. Aquello fue una revelación, e insistí todo lo que pude para que me lo comprasen. Vamos, que me senté en la calle y me encadené a una farola. De allí no me movería hasta conseguir mi propósito. En fin, de un ostiazo vaya si me moví, pero no cedí. Dos días mas tarde estábamos de nuevo en la tienda, y mi padre me lo compró (no, no era ningún mocoso caprichoso, sino alquien que sabía lo que quería). De camino a casa, en el otro extremo del país, recuerdo parar en el Corte Inglés de Zaragoza. Allí compré mi primer juego: Popeye, y un joystick que parecía salido de una nave espacial. Era rojo y negro, un Turbo Boost, no sé qué ¡Una Puta Pasada!
Al día siguiente ya en mi casa, lo primero que hice, como es normal, fue montar el tinglado, y cargar mi juego de Popeye. Embobado, estuve varios minutos esperando a que cargase, en medio de un sonido estridente y un montón de rayas coloreadas que cubrían la pantalla. De aquellas los juegos venían en cintas de cassette, y cargarlos llevaba varios minutos. Cuando al fin cargó, y sin errores, me dispuse a disfrutar como nunca. No sé la de horas que estaría con ese videojuego antes de probar los que venían de regalo con el ordenador, a todas luces más chusqueros, pero creo que no levanté el culo de la silla hasta altas horas de la madrugada. Daba igual que me saliesen hemorroides del tamaño de un balón de playa, aquello era un momento histórico.
A partir de ahí dejé de visitar a mis amigos del Spectrum y el MSX, sobre todo porque los juegos, aun siendo los mismos, se meaban y se cagaban en los del spectrum. No había comparación, mejores gráficos y mejor sonido. Lo siento, porque sé que hay por ahí mucho tali spectrum, pero esa es la realidad. Y además, mi monitor era a color, no de fosforo verde. Mis amigos nunca quisieron reconocerlo, pero los había cagado a base de bien. Ahora el guay de la clase era yo. Bueno, uno de ellos, para pisarme, tiró su Spectrum y se compró un Amstrad 6128, el modelo superior al mio que en vez de cintas de cassette llevaba diskettes, de carga instantanea. El problema es que apenas tenía juegos, y no le quedó más remedio que comprarse un reproductor de cassettes para conectarlo por puerto..., no sé, uno raro (de aquellas no había USB). Y lo que me harté de reir ¡JUAS! Otro avispado incluso llegó a comprarse un Amstrad PCW, pero más de lo mismo. Para juegos el CPC 464 era imbatible. Para programar, una castaña. Aun así recuerdo ir a una academia para aprender hacer cosillas en BASIC, y un extraño lenguaje que creo que se llamaba COBOL, pero nada, del 10 CLS, el 20 Input, y el 30 Print, creo que nunca pasé.
Poco a poco se fue abriendo un nuevo mundo ante mis ojos, pero como de aquellas no existía internet, no me quedaba otra que comprar revistas y revistas para estar al día de las últimas novedades. Empece con la Micro Hobby, seguí con la Amstrad User, y finalmente, la Micromanía, de la que tengo tantos números en casa, que ya podían hacerme un monumento. De estas revistas uno sacaba la información que necesitaba, tanto para comprar nuevos juegos, como para pasar las fases más difíciles. Aquí podías encontrarte desde mapas hasta pokes de vidas infinitas ¡qué tiempos! Incluso había secciones con cientos de lineas de código para copiarlas en tu ordenador. Unas veces eran programas sencillos, y otras algún que otro juego. Recuerdo tirarme varios días copiando uno de estos juegos en BASIC que venían en la revista. Recuerdo como me dejé los ojos para copiar todo aquello a mano, y al final solo salía una puñetera nave haciendo el ridículo. Nunca más volví a pegarme tal paliza.
El problema de todo esto es que uno siempre quería más y más juegos. Y claro, cada uno venía costando la friolera de 875 pesetas, a no ser que comprasen packs especiales, como el conocido El Lingote de Oro. Pero tampoco había demasiado problema, de aquellas ya todos éramos un poco piratillas. Al fin y al cabo copiar un juego de estos era tan fácil como meterlo en una doble pletina de una minicadena de música, y copiarlo. También era necesario comprar juegos originales, y así tener material que intercambiar, pero pronto las cintas TKD de 90 minutos, repletas de juegos copiados por ambas caras, comenzaron a amontonarse alrededor del joystick. Aunque esto trajo consigo un nuevo problema. La mayoría de las veces era imposible cargar estos juegos copiados sin tener un Syntasis Error, o un Load Error b,a, c, o yo que sé. Para solucionarlo había que ajustar el tornillo de los cabezales del lector que venía incorporado. Con el paso de los años este tornillo estaba ya más machacado que mi… joystick. El cual sustituí por otro con mangos intercambiables, hasta que, al final, me acostumbre a jugar con las teclas OPQA Space.
Aquellos juegos eran toscos y rudimentarios en cuanto a gráficos (eran ordenadores de 8 bits), y la música estridente y pegadiza. Sin embargo, eran muy adictivos, mucho más que la mayoría de juegos actuales. Estaban diseñados para entretener y no para abrumarte con un espectáculo visual vacío de contenido. Títulos como Batman o La abadía del Crimen supieron explotar como pocos la perspectiva isométrica. Otros, como Green Beret, el scroll horizontal, y otros como Comando el vertical. Juegos de naves, como Mon Cresta, Némesis o R-Type; juegos de aventuras conversacionales, como La Guerra de las Vajillas, juegos de plataformas, como Rick Dangerous o Abu Symbel, o juegos más españoles que la tortilla con patatas, como Army Moves, o juegos de portadas seductoras que nos revolucionaban las hormonas, como las portadas de Alfonso Azpiri, o juegos de combates, como Barbarian II, o juegos de kung Fu, como Yie Ar kung Fu, o deportivos como Fernando Martín... ¡Bufff! Había juegos de todo tipo, y todos enganchaban más que el anterior.
Además, esta época, que coincide con los benditos años 80, años de grandes videojuegos y grandes películas: Historias del Videoclub: Héroes de Acción años 80, coincidió con la Edad de Oro del Soft Español. Compañías como Dinamic, Topo, Opera, juegos como Sir Fred, Goody, Sol Negro... ¡Dios, no puedo seguir recordando todo esto!
Ya sé que hay emuladores para jugar a estos juegos en PC, pero no son lo mismo. Y mi viejo Amstrad CPC 464 ya no está para muchos trotes. Entonces, mi pregunta es la siguiente, si estos juegos son tan buenos, que lo son, ¿por qué no actualizarlos a las pantallas actuales? Yo me los compraría todos, de verdad.
VIVAN LOS 8 BITS, VIVA EL AMSTRAD!!! Feliz Cumpleaños, tu que me has dado tanta felicidad.
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