Reunión de viejos amigos, igual de jóvenes que siempre. Arriba el músculo, el puño, y lo que haga falta. El resto, repartir ostias por doquier
Mercenarios 2 es una película muy especial. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, pero éste no es el caso. La primera parte fue una película de acción excesivamente plana, vacía, y que en escasos momentos lograba hacer vibrar al espectador todo lo deseable. En esa primera parte la suma de factores sí alteró el producto, y a uno le resultaba muy difícil empatizar con los personajes y la trama. En todo su metraje, solo hubo una secuencia memorable; una secuencia que sin duda habrá pasado a la historia del cine. Me refiero, como ya sabréis, a la escena de la iglesia.
Todo el mundo tiende a sacar su lado más chovinista. Que si dónde vivimos es el mejor sitio de todos, que si la década de los sesenta fue la mejor, que si lo fue la de los ochenta, o que si la de los noventa, o la de los setenta, da igual… generalmente todo el mundo tiende a decir que la suya es la mejor. En fin, yo no voy a ser menos. Para mí la década de los ochenta fue la mejor de todas, y a pesar de no tener esta maravilla que ahora se llama internet, preferiría mil veces mil la calidad de vida de entonces a la de ahora. Y, a todas las personas que crecieron en aquella época, es a quienes va dirigida esta película.
En los ochenta todo era muy distinto a la actualidad. La educación, la sociedad, todo era completamente distinto. El cine no iba ser menos. Por aquel entonces, cuando uno era un adolescente, las películas de acción de los héroes de los ochenta, eran de visión obligada. De aquellas no solía haber las discusiones absurdas de palomiteros vs gafapastas. De aquellas los gafapastas apenas tenían voz y voto, y Rambo… era Dios. El Dios de todos nosotros, por igual. Y quien dice Rambo, dice el coronel John Matrix (Arnold Schwarzenegger). Solo que Rambo es un nombre propio cuya popularidad, a base de usarlo como calificativo despectivo, ha pasado a la historia por encima del actor que lo interpreta.
Cuando después de todos estos años, cuando la nostalgia por aquel tiempo pasado toma forma en una película como Los Mercenarios, es imposible no derramar una lagrimita de emoción. Los que seáis más jóvenes sé que eso no lo vais a entender, pero todos los que ahora rondéis la cuarentena, como un servidor, ya sabéis a que me refiero.
El problema es que Mercenarios como película no funcionó del todo bien. Era un buen proyecto, y al final se quedó en eso, en un proyecto, en un boceto. Solo que ése boceto contenía la semilla más poderosa de la historia del cine de acción. Esa semilla la vimos en la secuencia de la iglesia, al ver por primera vez compartir plano a tres gigantes de las ostias artesanales, como eran Silvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, y Bruce Willis, algo jamás impensable.
Fue tanto lo que se escribió sobre esa escena, y sobre todo, lo que se escribió a modo de elucubración… Qué si faltaba Chuck Norris, que si faltaba Van Damme, o que si faltaban tantos otros…, pues bien ¡De ahí nació Los Mercenarios 2!
La dificultad de reunir a tantas viejas glorias, y darles un papel a la altura de lo que se merecen, teniendo en cuenta que para que una historia fluya, solo puede haber uno o dos protagonistas, no debe ser cosa fácil. No tengo ni idea de cómo se podría manejar semejante plantel de actores; tanto a ellos mismos como a su lucha de egos.
Centrándonos en el desarrollo de la trama, Mercenarios 2 lejos de innovar sigue el esquema clásico. Presentación explosiva, y en este caso cargada de ironía, planteamiento de una misión aparentemente sencilla, introducción del malo malísimo, y ejecución de dicha misión a modo de venganza personal. Vamos, que si la película fuese interpretada por actores desconocidos, hubiese pasado sin pena ni gloria. De todas formas, tal y como hemos apuntado anteriormente, es muy difícil casar tanto ego junto en un mismo plano, y no son pocas las veces que tanto las exiguas frases de diálogo, como la puesta en escena de estos, chirría lo suyo, por lo que cierta complicidad por parte del espectador se me antoja un tanto necesaria.
Veredicto: Película mala a rabiar, visualmente menos espectacular que otras superproducciones del momento, y aun así, memorable por el significado que entraña, y divertida por cómo lo desarrolla. Lo mejor, ese trio Bruce Willis, Schwarzenegger, y Stallone. Y lo peor, que Chuck Norris no tuviese algún minuto más. Si rondas los cuarenta tacos, tienes la obligación de ver esta película; una buena parodia del cine de acción, interpretada por los propios actores que hicieron grande al género: Historias de videoclub (I). Pelis de acción, años 80.
A la espera quedamos de Mercenarios 3, a ver que nos depara, porque estos chicos se niegan a envejecer. De hecho, son capaces de volar por los aires todos los geriátricos del país, antes de tener que ir a uno.