Babadook, el lado oscuro de la fuerza, oculto en algún lugar de nuestra cabeza
No es fácil hacer una crítica de esta película «Babadook», entre otras cosas porque debo reconocer que no la entendí. La sensación que tuve nada más terminarla, fue de… ¡vaya mierda! Y ése es el problema, que esperaba más de ella, fruto de las buenas críticas que había leído de forma previa, y claro, me sentí decepcionado. Es ahora cuando, por casualidad, me ha dado por buscar la explicación de Babadook, no solo por saber si existe algún antecedente acerca de este monstruo en la literatura, o si en realidad la película es un remake, sino también para entender el final que, como digo, me dejó totalmente descolocado y con una pésima impresión. Entonces ¿por qué no he podido, o no he sabido disfrutar de Babadook? La respuesta es muy sencilla, Babadook no es lo que parece, y quizás no esté bien planteada.
Los años pesan y, tras no sé cuántas películas de terror a mis espaldas, llega un momento en el que resulta muy difícil, por no decir imposible, no ya sentir miedo o angustia, sino una pizca de sorpresa o entretenimiento, respecto a la mayoría de títulos que circulan actualmente por la cartelera. Con estos prejuicios me dispuse a ver Babadook, cuyo nombre sonaba bien, y cuyas críticas resultaban alentadoras, pero lo hice creyendo que iba a presenciar alguna aportación nueva al género, o, al menos, alguna reinterpretación de los paradigmas clásicos. Sin embargo, si bien la ambientación y las interpretaciones, especialmente la del niño, me parecieron correctas en todo momento, el desfile de secuencias en las que, aparentemente, teníamos más de lo mismo, con efectos especiales y monstruo nocturno amigo de los críos incluido, pronto cayó en una espiral de sublime aburrimiento, como cabría esperar. De repente me encontré viendo la típica película de terror, o así yo lo creía, al igual que otros miles de títulos más, como The Messengers (2007), o Dark Water (2005), por citar alguno de los que primero recuerdo, así que no tardé en desconectar, y por ende, dejé de prestar atención a los pequeños detalles, lo que me llevó, irremediablemente, a confundir las cosas.
Explicación: Babadook, sin precedentes de ningún tipo, que yo sepa, a excepción de la leyenda urbana Historias de miedo: Slenderman, a la que se asemeja mucho, o bastante, nos cuenta la historia de una madre; una madre que pierde a su esposo en un accidente de tráfico justo cuando iba a dar a luz. Ahora su hijo crece en un entorno hostil, donde su peor enemigo es su progenitora, que no acepta la muerte del padre, que no es capaz de sobreponerse a ella, y termina siendo víctima de sus propios monstruos, de su esquizofrenia paranoide; y Babadook es ese monstruo interior, que a punto está de acabar con la vida de su propio hijo, al que, inconscientemente ella culpa de todo. Es por ello que, al final, cuando la madre logra vencer sus miedos, todo concluye con un final feliz, pero a medias. Los miedos no se vencen, se dominan, se someten, pero no se eliminan para siempre. La madre confina sus miedos en el sótano, y debe alimentarlos día a día, porque forman parte de ella para siempre. Es a posteriori cuando uno se da cuenta de todas estas cosas, y es ahora cuando se puede valorar el juego de roles, y la trasformación que sufren los protagonistas principales. Al principio, tenemos un niño rebelde que parece estar como una regadera, y una madre que trata de atenderlo lo mejor posible. Esta situación poco a poco va cambiando, mutando, revelándonos su verdadera naturaleza de ser. El niño está bien, y quien no lo está es su madre, que proyecta sobre él todos sus miedos, sus frustraciones, su horror. Toda una fábula made in Tim Burton, o algo así.
Esta es la explicación de la película, una película que no es de terror, sino un drama psicológico que nos lo venden y nos lo presentan de una forma poco convencional. Ni que decir tiene que la trama, en esencia, es todo menos original. Matrimonios desgraciados en el que uno de los conyugues se queda viudo a cargo de uno o varios hijos, traslado de residencia de por medio, es algo que habremos visto en infinidad de ocasiones. Sin ir más lejos, ahora mismo recuerdo la película de Robert DeNiro titulada El Escondite (Hide and Seek, 2005), muy, muy similar. También otra, pero de esta sí que no soy capaz de recordar cómo se titula, sobre un padre que se traslada con su hija a una preciosa casa en la costa oeste de Estados Unidos, al norte, pero en este caso es la hija la que está mal del tarro. Podemos alterar el orden de los factores, pero al final el producto siempre es el mismo.
El problema reside en que muchos aficionados al cine de terror experimentaran la misma sensación que yo, creyendo en todo momento que Babadook es el típico monstruo nocturno, con posesión de espíritu incluida, a quien la familia deberá hacerle frente, y esto no es así. Si piensas de esta forma dejarás de prestar atención a los detalles, y estarás viendo una película completamente distinta a la que su directora y guionista Jennifer Kent, nos ofrece. El monstruo, es lo que es, y sino que se lo pregunten a nuestros amigos de La Troma en El monstruo del armario (1986), o a estudios Pixar con su Monstruos, S.A. (2001), así que mejor no utilizar su nombre en vano, que sino luego vienen los líos. En Babadook el bicho malo nada tiene que ver con las huestes satánicas, sino con algo más mundano como son las enfermedades mentales, y para esto no hacían falta tantos efectos especiales ni una puesta en escena tan fashion.
A favor: Personajes bien definidos y bien trabajados. Una estética que engancha, un secreto que cautiva, y un monstruo con un bonito nombre.
En contra: Apuesta arriesgada que confundirá a más de un espectador, sobre todo por el uso de efectos especiales, que no hacen más que desvirtuar la trama diluyéndose entre los tópicos habituales del género.
Veredicto: Si no sabes de qué va, lo más probable es que te confunda, y te aburra. Y si sabes de qué trata, no podrás disfrutar del factor sorpresa, por lo que es probable que también te aburra. No es fácil ver esta película.