¿Qué es un pixel? Esto es lo primero que te preguntaría un ser ochentero en su hábitat natural
Hoy vamos a hablar de una película que me ha sorprendido de forma considerable, y además para bien (bueno, más o menos): Pixels 2015. Y eso que, de inicio, ni siquiera me apetecía verla, y es que todo apuntaba a fracaso, mierda, a chorrada pseudo comercial con la que sacarle los cuartos a una generación ochentera que, día sí, y día también, encuentra algún que otro revival, en el formato que sea. Las cosas no siempre son lo que parecen, unas veces para bien, y otras para mal; veamos este caso en particular.
Pixels es la apuesta de Chris Columbus, para llevar a la pantalla la adaptación de un corto de igual título estrenado en el año 2010 por el realizador francés Patrick Jean. Una locura en la que los «marcianitos», o mejor dicho, los extraterrestres, deciden invadir la tierra atacándonos con los videojuegos ochenteros, los cuales observan como una declaración de guerra, tras encontrárselos a la deriva por el espacio en una capsula del tiempo ¡ahí queda eso!
Bien, Empecemos por el título ¿A quién demonios se le ocurre titular una película de espíritu ochentero, basado en los arcades de la época «Pixels»? Este término es actual. Ningún chico de los ochenta lo conocía, y por supuesto nadie lo habría usado en nuestras conversaciones de patio de colegio (¿conversaciones? Más bien juegos típicos, «huevo, pico, araña», o peleas por conquistar la montaña, es decir, un pedrusco en medio del patio). Se trata pues de un título que está fuera de lugar; un título con el que te partirían la cara en el salón recreativo si no apoquinabas los cinco duros para sufragar la partida del malote de barrio, porque con ese vocabulario en tu boca pasarías de inmediato a ser el pringado del que todos se ríen. Con un título así, mal vamos para una película supuestamente ochentera.
Otro de los aspectos que un principio me tiraba para atrás era la etiqueta de «comedia»; y aún por encima con un reparto de actores demasiado habituales, y no por ello precisamente apropiados. Adam Sadler ni me gusta, ni me hace gracia, y el caso de Josh Gad es aún peor. De hecho cada vez que salía en pantalla me ponía de los nervios. Peter Dinklage (más conocido por su papel de Tyrion Lannister en la serie Juego de tronos), sí que está realmente simpático y, como no, el papel que interpreta Michelle Monaghan es toda una delicia (un papel que en principio estaba pensado para Jennifer Aniston). Pienso que, en conjunto, los actores que capitanea Chris Columbus (Percy Jackson y el ladrón del rayo, 2010; Harry Potter y la piedra filosofal, 2001; Nueve meses, 1995; entre otros), son una pésima elección. Chris Columbus es un director de renombre, el cual además comenzó en esto del cine con uno de los títulos más carismáticos de los ochenta dentro del género de las comedias familiares: Aventuras en la gran ciudad (1987), con una espléndida Elisabeth Shue. Por ello, aunque viendo su firma en la dirección uno ya sabe de antemano que la película tendrá un tono de comedia infantil inequívoco, quizás esperaba algo más de semejante propuesta; alocada pero muy seductora, sin duda alguna.
Aunque, si había algún elemento en todo esto que me hiciese fruncir el ceño hasta el agotamiento, es sin duda el guión, el argumento, la historia de base. Si bien la idea es buena y atractiva, el hecho de pensar en hacer una película donde una pandilla de frikis salve la humanidad de una invasión alienígena que, para atacarnos, recrea los videojuegos clásicos, es algo ciertamente estúpido y casi imposible de llevar a la gran pantalla de forma coherente. Y de hecho, en cierto modo así fue. El hilo argumental es un desastre, y hay que tener las tragaderas muy anchas para aceptar la forma en que se pone en práctica.
El friki de turno puede ser un crack absoluto en el Pacman, puede tener memorizados sus patrones hasta el infinito, y puede tener una coordinación óculo motriz imbatible, pero esto no quiere decir que sea más hábil que Vin Diesel conduciendo un deportivo, con momentos dignos de las mejores escenas de Fast And Furious. Y lo mismo podríamos decir del Juego Donkey Kong. Podrás ser muy bueno manejando el joystick y saltando barriles, pero hacerlo en la vida real, con sobrepeso y menos agilidad que un gato de peluche, pues como que no. Lo mismo con Galaga, o Centipede, otros de los videojuegos homenajeados. Y aun por encima esta pandilla de frikis se permite el lujo de aleccionar a marines de las fuerzas armadas ¿para qué los entrenan?
Como decimos, el argumento es un despropósito mayúsculo, y la forma de plantearlo tan estúpida, tan rematadamente estúpida que, sin pasas por alto todos estos detalles, es entonces cuando podrás disfrutar la película. Y eso que, para un servidor, el momento más divertido ni siquiera tiene que ver con los videojuegos, sino cuando el protagonista conoce a la chica guapa de turno, y ambos emprenden una carrera hacia la casa blanca; ahí me arracó una sonrisa.
Películas de videojuegos ochenteras hay muchas, no en vano era un género en sí mismo dentro de esta mítica década. Desde thrillers como Juegos de Guerra, hasta míticas como Tron, pasando por los clásicos menos conocidos, pero igualmente memorables. Un claro ejemplo de este grupo es The Last StarFighter. Sin embargo, Pixels no pasará a la historia, y desde luego lamento que la propuesta no hubiese tenido otro tipo de enfoque, algo más serio y no tanto de «parodia», por muchos guiños que nos ofrezca.
Por cierto, lástima que se dejasen en el tintero los arcades más populares de segunda generación, como Ghosts'n Goblins, Kung Fu Master, Commando, por ejemplo. Quizás..., para la segunda parte.
Lo mejor: Los guiños a una era mítica, los efectos especiales, y la oportunidad de recordar cómo eran aquellos videojuegos desde una perspectiva actual. Excelente recreación de los videojuegos objeto de homenaje.
Lo peor: Los actores, demasiado conocidos, demasiado cómicos y poco creíbles. El tono de parodia constante que, junto con la inverosimilitud de los hechos, rompe la magia en más de una ocasión.
Veredicto: Trampa nostálgica sacacuartos al margen, que lo es y mucho, no deja de ser la excusa perfecta para revivir tiempos pasados, y de paso largar alguna que otra sonrisa y/o lagrimilla. No esperes nada especial, y solo entonces merecerá la pena. Y si eres demasiado joven para comprender los guiños, pues aquí tienes un buen punto de partida para ponerte al día.